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Juicio de los miembros del Jurado de los diez finalistas del XLI Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística 2021

Edgardo Alarcón Romero

En el poemario Lirios amarillos al amanecer, la belleza del silencio, el poeta expresa su hondo sentir místico desde la conciencia material de ser tierra, barro, campo llamado a germinar. Muchos de los poemas se inician en un marco nocturnal, en el que las sombras se transfiguran por la cercanía amorosa de Dios, que toca íntimamente al alma: “En plenilunio de besos / y en rocío de amor / desciendes en plenitud deseada, esta noche, / en que mis pétalos se resquebrajan por tu ausencia, / y en esencias navegamos hasta la raíz nocturna, / y la savia del placer de estar contigo / ascendió hasta las hojas secas de mi dicha”. El libro brota, como matriz poética, de la imagen parabólica del campo sembrado, del lirio que es vestido por Dios, de las aves que Él cuida: “Nada podrá germinar sin tu presencia, / sin la luz que nace en tu mirada, / sin las aguas que descienden de tu costado herido, / sin el viento que mece a los trigales en las laderas pedregosas, / […] soy tierra enamorada / que ha sentido tus pasos acercándose”.

Daniel Cotta Lobato

Donde más amanece es una obra formada por sonetos, algunas décimas endecasílabas y composiciones no estróficas, que explora la presencia escondida de Dios en la cotidianeidad e indaga en sus claves más íntimas. El poeta sabe descubrir, en medio de la roma realidad, el asombro de lo sobrenatural, y nos proporciona a menudo finales sorpresivos, que nos sumergen en una atmósfera celestial. Cuando el hablante poético se dirige a la ofrenda amorosa de la cruz, brotan versos transfigurados por la emoción, con una actitud de total entrega e identificación con el dolor redentor: “Este dolor por el que aún me aflijo / y que me trae llorando hasta tus plantas / clavado y muerto está en tu crucifijo, / que de la sed de tus heridas santas / fluye una calma que me da cobijo: / Contigo está mi cruz y Tú la aguantas”. Los versos se suceden en un estilo directo, sin ambages, que va combinando hábilmente la expresión coloquial y desenfadada de los versos libres con la sencilla elegancia de los poemas estróficos. Hay siempre una apertura trascendental traspasada por el amor, que vibra aun en la ausencia: “hace tanto, Señor, que no te llamo, / hace tanto que creo que estás muerto, / son tantos años sin pisar tu huerto, / son tantos siglos sin decir te amo”.

María del Milagro Dallacaminá.

El yo lírico que habla en Soy la mujer extranjera se hace prójimo en un texto expansivo, cuyos versos fluyen con el impulso airoso de un torrente. Poesía esencialmente transitiva, en la que cada poema lleva por título un topónimo extraído de distintos puntos cardinales. De este modo, el poemario se constituye en un cuaderno de bitácora universal, en el que el yo poético es todos los hombres y mujeres, todas las historias, como en un abrazo abarcador. Esa experiencia brota de la adhesión a Dios, quien es todo en todos; es una mística de la fraternidad, del amor desinteresado del samaritano. Precisamente en el poema “Samaría”, la poetisa se multiplica en un abanico plural de identidades: “Soy la mujer extranjera / que en la hora del mediodía / […] repasa amores y dolores / junto al pozo. / Soy la mujer incansable / buscando la dracma perdida / y la que mezcla las medidas exactas / de levadura y harina. / Soy la mujer encorvada / de tantas penas / y la que siente cómo la sangre / caliente le corre por las piernas / hace años”. La mirada poética ve a Dios en cada hombre y criatura, en los caminos y encrucijadas de un mundo doliente, y da voz a esa presencia escondida, para identificarse con todo aquello en lo que late un pálpito de vida: “Soy junco junto al río, / erguida. / Soy mariposa / besando las flores. / Soy flor silvestre / pequeña / imperceptible / bella / para el que sabe mirar / y descalzarse”.

Carlos González García

Los poemas de Al latir de un Padrenuestro son paráfrasis de los versículos de la oración jesuánica. De este modo, cada unidad poética nos introduce en la resonancia interior que la plegaria divina produce en el espíritu del poeta. El tono es siempre apasionado, la voz lírica palpita y dibuja un paisaje interior de emocionados perfiles. Hay impetración, deliquio, apelación amorosa, confesión sincera: “Resucítame, / como Hostia derramada en mi creer, / del otoño que, en tu espera, llora y sangra; / y si tiemblo de ternura / en tu latir, / no es la noche / ni es el miedo, / Amado mío: / es el frío de tu ausencia / que me ahoga / cuando vivo en carne viva / sin tu amor”. A pesar de que el poeta discurre a veces en el contexto purificativo de la noche interior, el verso es decidido, la expresión firme, y sincera la apertura al Tú divino: “Que se haga lo que quieras, / si eres Tú / noche oscura, cielo o luz entre mis manos: / solo espero si, en la espera, esperas Tú / cuando rozo la presencia de tus ojos”.

Adela Guerrero Collazos

Los poemas de Alfarero de la luz están enunciados desde una actitud de alegre optimismo, con una voz lírica cuya seguridad brota de saberse sostenida íntimamente por Dios: “Aunque las olas me colmen de lo incierto, / Tú, siempre luz, / viviente / dentro, muy dentro”. Dios invita a la criatura, pronuncia su nombre, entona cantos para ella: “mientras me invitas / mientras me abrazas / escucho tus canciones de alfarero, / notas que recorren mis sentidos / y me llenan de la infinita calma / de llamarme hija”. Nada le parece imposible al alma. Los poemas transmiten un paisaje de nítidos contornos, sin penumbras; hay firmeza a la vez que delicadeza, con una emoción sobria y reveladora. Hasta la eventual ausencia del Amado se traduce en signos de esperanza, pues nada puede arrebatarle al yo lírico la certeza de saberse destinatario del amor divino: “Qué importa el tiempo de tu ausencia / qué importa el lugar donde me encuentro, / sé de tu Amor”.

Jesús Antonio Loya González

Los versos de la íntima oración es un libro que describe una cartografía marina de islas a la intemperie de lunas y cielos desolados. Hay templos en los que se lleva a cabo una liturgia cósmica en la que el poeta aspira a conseguir su redención. Se trata, en suma, de una íntima plegaria que brota de la certeza de un desamparo existencial: “Desde la playa contemplo, / coro de almas: / Su canto es el canto perpetuo de las caracolas, / bocas y ojos abiertos al infinito, / rostros desfigurándose en espiritual suspiro”. Hay en todo el libro un tono apocalíptico y una perspectiva visionaria, a los que se une voz profética que nos transmite, con lacerante clarividencia, la fugacidad de lo humano, la caducidad de la historia, frente a la infinitud de Dios: “Señor: / Desciendo / rumbo a la piedra infinitesimal, / rumbo a la oscura piedra del ángulo, / colosal, temible. / Desciendo y me atraviesa / el ángulo oscuro de la piedra… / Estoy cautivo en la piedra / preciosa del ángulo”.

Jesús Martínez García

Los sonetos de Tu cálido aliento invitan a una actitud de religiosa confianza en lo divino. La obra ofrece, además, composiciones signadas por una pasión amorosa que, con espontaneidad y sencillez, nos conducen a la esencial relación con Dios. El lector se siente convocado por la frescura de las imágenes: “Las cascadas aplauden esponsales, / me recibe un júbilo de flores, / un concierto de pájaros en vuelo. /Saludan con sus dedos los trigales, / del arco iris salen los colores, / ebriedad de campanas hacia el cielo”. El poeta vierte también, con lucidez atribulada, su experiencia del dolor del amor: “Qué duro es vivir enamorado / y no poder tenerte todavía, / el no salir del todo es agonía, / son dolores de parto mi costado”. Pero esa vivencia del Dios ausente no lleva al poeta al desarraigo; sabe cosechar mieses de esperanza en esos momentos de aridez, para concluir siempre con una nota de consuelo: “A pesar de no ver, te sigo amando. / Leyendo con los dedos voy rezando, / tanteando la luz de tus palabras. / Esperaré, Señor, hasta el milagro. / Ya mi fe bartimea te consagro. / Lo primero serás cuando los abras”.

Rosa Catarina Piñeiro Fariña.

En torno a la metáfora central de la eucaristía, las composiciones de Un fulgor cereal , en su mayoría sonetos, recrean la experiencia de la comensalidad. Amar es celebrar la carne que nutre y el vino que embriaga, todo ello en aras de la unión personal: “Tu cuerpo por el mío me diluye; / tu sangre por mi carne me disuelve, / ¿qué imposible simbiosis nos envuelve?, / ¿qué miserable muerte nos rehúye? / Serás exactamente lo que intuye / este amor comensal que nos resuelve”. El misterio prandial se desgrana en versos de poderosa expresividad, que dejan al desnudo un acento muy personal, y una actitud de religiosa entrega, sin titubeos. En otras composiciones no estróficas, la autora articula un lenguaje vigoroso, fraguado a golpes, con un efecto de corrosiva sinceridad: “Demasiado descalza / para dejarme licuar con palabras mendaces, musitadas, / recitadas con la naturalidad que distrae al moribundo / […] Son de barro los pies, recibieron la tundra de este frío, / pero sobre la bota: soy dada a regentarme demasiado descalza. / Sumamente calzada / para que el pan me baste en su fulgor frecuente”.

Robert M. Randolph

En el poemario Broken, el propio yo lírico nos plantea su origen enunciador: contemplando un paisaje en el que la naturaleza es la protagonista principal de cuanto abarca la vista, el poeta reconstruye mediante la escritura su experiencia interior de lo divino, recapitula su historia personal, hecha de soledad y caídas, pero también de un presente de conversión. La voz personal es profunda, sincera, es el tono de quien ha reencontrado el camino, y mira con confianza un mañana renovador. Los poemas adquieren, de este modo, la contextura de breves cuadros expresivos, donde lo sensorial se ve contrapesado por la experiencia interior, en un equilibrio elocuente: “Walking in winter / I’m suddenly lonely. / I would like to walk by the river, the deep pool, / that flows from Your hand” (Caminando en el invierno / Estoy súbitamente solo. / Quisiera pasear por el río, el profundo estanque, / que de tu mano fluye”. Hay en estos poemas una desnudez conmovedora, a la vez que una contenida emoción, que rompe (el libro se titula “Roto”) toda retórica artificialidad, y nos deja siempre un toque delicado de trascendencia.

Porfirio Salazar

Decimario divino despliega, en primorosas décimas, un paisaje de acongojada conciencia. El poeta recorre un viacrucis de dolor sin caer, sin embargo, en la desesperación o el desasosiego. La canción es para el yo lírico el viático poético; y la fe, su coraza espiritual. El alma aspira a vivir la purificación que la eleve sobre las cosas de este mundo: “mi duda fue tu misterio, / y esa duda, en cautiverio, / me hizo volar otra vez. / Soy el ave que tal vez / se hace pura en tu cauterio”.  Las décimas son jalones oracionales, en los que resuenan ecos de la poesía mística clásica e imágenes de raíz evangélica, recreados con trabajada naturalidad, todo ello con el ritmo jubiloso que la canción va escanciando: “Tú me buscas y me encuentro, / y si me escapo sonrío, / y si me encuentras: un río / me barniza desde adentro. / En tu nombre me concentro, / mi Dios de cielo y verdad, / me complazco en tu amistad / y en el trigal no vacilo, / ni la noche, con su filo, / me niega tu claridad”.

Comentario periodístico a los diez finalistas del XXXVIII Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística

BOCANEGRA PADILLA, Antonio (Cádiz, España): La luz con que me alumbro

Estamos ante un poemario de gran coherencia formal y sentimiento religioso. Los versos fluyen sin tensiones ni estridencias, como expresión de la seguridad en Dios, única riqueza para la conciencia humana. Nos deleita con una rica variedad de formas poéticas como el romancillo, el romance, el romance heroico, la redondilla endecasilábica, la sextilla, el cuarteto, el terceto, la silva libre impar, el verso alejandrino. Pero sobre todo domina la profusión de sonetos muy bien logrados, algunos de los cuales podríanse considerar antológicos por la vivencia confesional de cuño religioso y místico labrada con exquisito arte. Es un poemario de significativa unidad, donde puede observarse el influjo de nuestros místicos, estructurado en cuatro partes: búsqueda y encuentro, amor y muerte, dolor y pasión, gozo y eucaristía, precedidas por un umbral que presenta la fe como don, y terminadas con un epílogo donde el poeta, haciendo la síntesis de La luz con que me alumbro, da testimonio de una vida de fe y deseo de unión con el Amado.

BOTHE, Theresia Maria (Sicilia, Italia): That is All

Poesía de una gran fuerza expresiva y contenido vivencial que refleja una gran sed y deseo de Dios. La escritora recorre mediante imágenes, paralelismos y anáforas el proceso de su conversión, haciéndonos participar de su “historia de un camino espiritual, con sus dificultades y momentos sublimes, su larga oscuridad y hermoso encuentro”. Así nos muestra la presencia dialogal de lo divino en lo grande y en lo pequeño, en el detalle natural y en lo más humano: “Me hablas / con el rumor / de las olas. /…/ Me hablas porque la gaviota / se detiene sobre una piedra. / Porque la gente camina en parejas por la playa. /…/ Me hablas / porque estoy viva, / porque estoy llorando, /porque contemplo un cielo sin nubes”. La delicadeza y suavidad de la poesía rieliana puede observarse en la emoción que respiran algunos versos sencillos de la autora: “¡Qué suave cantan las hojas bañadas / – y su risa – /cuando el sol las abraza!”

ELVIRA VALLEJO, Pilar (Madrid, España): En voz alta

Una voz confiada, a veces jubilosa, resuena en los versos de nuestra autora con un lenguaje ágil y fresco. El paisaje poético, al modo de la mística clásica, aparece interiorizado, y en él los elementos son notas que delatan, de forma sensorial y pictórica, la presencia del Amado. Los poemas son cadenciosos, sin artificios, fluyen armoniosamente para transfigurar la vivencia espiritual del yo lírico, que, sostenido en la gracia divina, parece ir en volandas por ese mundo estilizado de vivencias y emociones. Encontramos, a través de frecuentes versos arromanzados, trazos místicos como la purificación, la unión y el testimonio —“Se han apagado mis ojos, / la luz se sumerge trágica / en el lago tenebroso / de un denso valle de lágrimas. / ¡no volverán a brillar / sin la llama de tu gracia!”. “Un gozo helado de fuego / inunda mi corazón como la ola a la playa /… / al respirar la presencia… / ¡del mismo Dios en mi alma!”

ESCRIVÁ VIDAL, Desamparados (Tarragona, España): Desnudando el alma

Poemario que transpira amor, intimidad y confianza en Dios junto con una audacia para verle, expresado en imágenes equilibradas y armoniosas. Hay gran belleza y sensibilidad propia de un alma enamorada. Excelentes versos que se leen con deleite, llenos de recursos expresivos que surgen como a borbotones de la llaga de amor. Desnudando el alma expresa con sencillez y realismo la purificación, el carácter dialogal y la unión: “No, yo no descubrí al Amor, / fue Él quien me encontró a mí… / Me perdí en aquel encuentro / y vago perdida en su mar”. No falta la experiencia de ausencia y de presencia: “Nuestros encuentros suelen ser así: / amor vestido de ausencia / y amor vestido de deseo y espera. / Todos los días tengo dos citas exclusivas con mi Amado”. La unión, finalmente, viene expresada no por un soy y un es, sino por un somos: “Contigo hay momentos en los que no sé si soy, / no sé si eres, / solo sé que somos”.

GALÁN GARCÍA, María del Pilar (Valladolid, España,): La nada ¡Qué frío!

Se produce en esta obra un choque entre el deseo de absoluto y la desposesión, entre el ímpetu hacia Dios y la experiencia de su privación. Pero a pesar del desarraigo, la voz lírica no se acobarda; antes al contrario, en versos rotundos acomete una búsqueda de lo divino, movida por la fe en el ámbito en el que se sabe segura: la palabra poética. Aspira así una redención por la poesía: “Solamente la poesía / podrá salvar al mundo / versificando un universo nuevo”. A través del dolor de ausencia, expresión del amor auténtico, se puede experienciar la mística unión con el Amado: “Tengo heridas abiertas / que se convierten en ofrenda muda / bajo tu mirada desnuda y penetrante / que rompe la distancia que nos separa”. Todo al final queda resuelto en el encuentro diáfano “esquivando el tiempo y la distancia” porque el “dulce Amigo” es “manantial inagotable que sacia la sed para siempre”.

GALLIANO, Marcelo (Buenos Aires, Argentina): Manzano entre los árboles

Una actitud oracional en la que se recrean las distintas tesituras de la religación con Dios se hilvana en poemas estróficos magistralmente labrados en forma de sonetos, liras, madrigales y coplas de pie quebrado. El poeta se muestra lúcido ante la divinidad, en la que ancla su existencia, y a la que se dirige con una fe sin ambages. Entre interrogaciones, solicitudes y reconocimientos, el hablante lírico se reconoce mendigo de la gracia y enfermo sanado por el bálsamo del perdón. Se observan imágenes poderosas con ecos manriqueños sobre la fugacidad de la vida: “Todo se lleva el aire, su madeja /amortaja el recuerdo y lo condena /al olvido fatal de su morada. /Todo lo roba el tiempo, nada deja”. No obstante hay con el Padre un constante diálogo de arrepentimiento, de petición de ayuda encontrando siempre en Él la respuesta orientadora y sosegada: “Padre, aquí estoy, atento a tu llamado”.

GUERRERO COLLAZOS, Adela (Santiago de Cali, Colombia): Contigo todo

Hay un hondo sentimiento unitivo en estos versos, en los que la autora canta la cercanía insondable de lo divino. Dios es para ella voz, palabra, presencia, luz, que la sumergen en un éxtasis poético de amor. Son poemas celebrativos, donde la voz lírica no ceja de entonar una agradecida salmodia traspasada de júbilo deseante de lo eterno: “El vuelo de un pájaro, / me llama a festejarte / mientras me eternizas”. Más que poesía de búsqueda es poesía de encuentro con imágenes bíblicas y de la tradición mística oriental y occidental; todo es alegría, paz, sencillez, plenitud: “Ya no hay búsqueda / Tú-en-mí sin palabras / Sin promesas / Yo-en Ti-plenitud /Ágape”. Desde aquí ve la presencia divina en lo cotidiano, en la naturaleza, en el juego de los niños: “Las carcajadas de los niños /Cuando juegan en el patio de la casa /Te pronuncian sin descanso”. Esta mística unión es celebrada como “Esencia de la risa / desbordada de sosiego”.

MARTÍN DE LAS MULAS BAEZA, Antonio (Medellín, Colombia): Viernes santo

La voz del yo poético que el poemario expresa es la de Jesús en el Gólgota que, desde la altura de la cruz, divisa con perspectiva única la pequeñez del poeta, convertido ahora en el tú lírico. En esa situación, el crucificado hace suya la situación del hombre, sus flaquezas y sus miedos: “Mi sangre está cayendo por el mundo, /mi corazón os sueña en la ciudad eterna”. Hay una sensibilidad especial respecto de la soledad y el dolor humanos, que el poeta asume desde la disposición total del crucificado, que ya no es víctima inerte, sino obrador omnipotente para el que la cruz es trono, roca inexpugnable, altar salvador. Expresa, no sin un cierto deje apocalíptico, un alto contenido teológico lleno de esperanza salvífica por la que Cristo lleva la humanidad al Padre: “Vendrá como un torrente en las laderas / como un viento que agita copas verdes / abriendo todo el alma al gran amor del Padre”.

MATIUSSI, Fernando Raúl (Tucumán, Argentina): En el nombre del Hijo

Nos encontramos con poemas vigorosos y acerados, en los que el hablante lírico muestra una lúcida conciencia viadora, de desamparo. Hay una armonía entre la vivencia interior, atribulada, y la forma poética, sin concesiones esteticistas. Pero el poeta no se deja vencer por la inclemencia vital y no mira hacia atrás: avanza con energía por la senda purificativa, seguro del poder de la súplica y la plegaria. El poemario representa muy bien la experiencia trinitaria expresada a lo largo de los versos. Vemos la ausencia del Padre con la esperanza de tenerle plenamente: “La ausencia no puede vencer / a la esperanza de que retornaremos, / a tu Casa, el día que tenemos señalado”. Para ello, Cristo nos deja la apoteosis del don de la redención: “Entregas tu sangre, / para que la redención / opere su esencia”. Pero todo es actuado maravillosamente por la acción del Espíritu Santo: “El Espíritu todo lo transforma en nuevo. / Hemos sido vencidos / por el estilete del amor / y el regocijo”.

SÁNCHEZ ROBLES, Miguel (Murcia, España): Santa tristeza

Los poemas de este libro están escritos a modo de variaciones sobre un tema dominante: la congoja de la vida. El poeta atrapa en los gestos propios y ajenos lo que de efímero y banal hay en la vida humana, signada por la muerte. También saborea momentos de consuelo gozoso, marcados por la confianza filial. El tono general es crepuscular y elegíaco, acompañado por retazos de diálogo místico con el Padre: “Amarte es todo, solo vivimos para eso”. Se perciben en el autor ecos de Otero o de Vallejo e incluso de la añoranza divina que marcó a muchos de nuestros poetas, sobre todo de los años 50: “Padre, / algunas veces lloro de nostalgia suavísima y extraña / como si un hálito tuyo se estuviese secando entre mis manos”. Resalta la necesidad de volver a la infancia, recurso de muchos poetas, para verlo con ojos sencillos desde el Padre y hallar el sentido de la vida: “Siento que todo ha sido un sueño equivocado, / y que las estrellas no tienen sentido. / Por eso necesito, mirarlo todo de nuevo, Padre, / con los ojos ardiendo de la infancia”.

Doce obras finalistas optan al XXXV Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística

Doce obras finalistas optan al XXXV Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística. Las obras proceden de Argentina, Chile, Colombia, Cuba, España, Estados Unidos y México. En esta edición del Premio se han presentado 279 poemarios de 31 países  de África, América, Asia y Europa.

La relación de poetas y obras finalistas, por orden alfabético, es:

José Cañas Torregrosa (Granada, España), Poemangelicus

Virginia Gamba (Nueva York, USA),  Show and tell

Efraín Gutiérrez Zambrano (Bogotá, Colombia), Desde el silencio del abismo

José Carmelo López Velázquez (Uruapán, Mexico), Ya por último

Yanira Marimón Rodríguez (Matanzas, Cuba), La eternidad que habita en mi memoria    
Rafaela Pinto (Buenos Aires, Argentina), Tú la luz

Manuel Rodríguez Ballester (Sevilla, España), Sonetos existenciales

Teresa de Jesús Rodríguez de Lara (Santa Cruz de Tenerife, España), Sólo Dios basta

Mª Teresa Sánchez Romero (Alicante, España), Estas flores son para ti

Lucrecio Serrano Pedroche (Albacete, España), De mi casa a la estación

Eric Troncoso Mejía (Santiago, Chile), Poemas del vigía de Dios

W. F. Lantry (Washington, USA), Miserere: A journey towards mercy

 

El jurado ha destacado el alto nivel de calidad general de las obras, lo que ha hecho difícil la  selección de las finalistas, el incremento de su número y de los países del que proceden.

La proclamación de la obra galardonada del XXXV Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, dotado con 7.000 Euros, publicación de la obra y medalla conmemorativa,  se celebrará el día 15 de diciembre, en la Embajada de España ante la Santa Sede, en Roma.

El prestigio alcanzado por este Premio, en su ya larga trayectoria, le ha llevado a celebrarse en Sedes internacionales de la entidad de la UNESCO en París, la ONU en Nueva York, el Campidoglio romano, la Embajada de España ante la Santa Sede.
Cada año cuenta con el apoyo de un amplio Comité de Honor compuesto por miembros de diversas Reales Academias (Lengua, Historia, Bellas Artes), Rectores de Universidades, hispanistas, escritores y poetas.

En estos momentos tan difíciles por los que atraviesa nuestra sociedad, queremos contribuir con todo nuestro esfuerzo  a promover los valores que ayuden a lograr la tan ansiada paz. Como nos decía, Fernando Rielo, creador del Premio, en uno de los proverbios de su libro Transfiguración:

Si educas a tu hijo en la poesía/ lo pierdes para la guerra/ pero lo ganas a la cultura.

Y como afirmaba en su mensaje para la XVII edición del mismo: “Si el ser humano no dialoga con Dios, tampoco podrá dialogar con su prójimo. La poesía mística es, en este sentido, liberadora, restauradora de este diálogo, de esta “resquebrajada palabra de la humanidad»